Desalojar los fantasmas cotidianos

Columnistas, Opinión

Lo que nos hace sentir felices o desdichados, es la constante comparación que hacemos entre lo que fuimos, lo que somos y lo que queremos ser; esta permanente correlación mental que practicamos los seres humanos genera lo que denominamos “fantasmas cotidianos”, que evidentemente son producto de los deseos insatisfechos y que pueden ser conscientes o inconscientes.

La sociedad globalizada y corrupta en la cual nos ha tocado vivir, nos obliga a consumir sus bienes y servicios, pero también genera frustración y empacho, y aunque vivimos en el tiempo de la extrema tecnología y de las telecomunicaciones, en ocasiones la utilización de nuestra mente corresponde a la edad de piedra, somos intolerantes, violentos a veces hasta inhumanos.

Ciertamente, las redes sociales nos ofrecen “una vida distinta», nos estimulan el deseo de todo y de tanto, y claro “obligatoriamente” hay que consumir, aunque miles de personas queden afuera de este consumo, con el consecuente fantasma de la frustración que no hace otra cosa sino provocar el alcoholismo, la drogadicción, y la delincuencia. Del mismo modo muchos de los que tienen la posibilidad de disfrutar de la mayoría de los bienes que se producen en esta sociedad de consumo, se aburren de tanto consumo, y paradójicamente también se drogan, se alcoholizan y delinquen. Indiscutiblemente, la sociedad contemporánea como ninguna otra en la historia ha sido capaz de generar la sensación de «frustración», y evidentemente una enorme cantidad de deseos insatisfechos.

Sin embargo, los fantasmas que tenemos en la cabeza como la frustración, el egoísmo, el consabido estrés generan el mal humor, la tensión, y el caos moral ¿Qué hacer entonces? ¿Estaremos condenados a vivir con deseos frustrados?

Es hora de desalojar los fantasmas cotidianos, en primera aceptemos que la felicidad es un estado de satisfacción interior que está más ligado al ser que al tener, además la felicidad es en el momento presente, no es un objetivo en sí.
Pensemos que como seres humanos tenemos la habilidad de decidir la respuesta que queremos dar, esto quiere decir que no somos esclavos de las acciones que sobre nosotros se efectúan, sino libres ejecutores de nuestra conducta. Por ejemplo, si el chofer de un vehículo nos grita una obscenidad o nos toca con insistencia el pito de su carro; nuestra respuesta puede variar desde tomar un arma y dispararle para luego sufrir las consecuencias legales de nuestra débil conducta hasta simplemente ignorarlo y no dejar que altere nuestra tranquilidad. Lo importante es que la decisión es nuestra, porque somos los responsables de nuestra conducta.

Por otro lado, es muy importante que practiquemos el hecho de ponerse primero en el lugar del otro, de ver las cosas desde su punto de vista; entiendo que es muy difícil de practicar, porque casi siempre pasamos más tiempo hablando que escuchando y creemos que las cosas sólo pueden ser de la manera en que nosotros las vemos. Nuestras interacciones con los otros seres humanos siempre deben ser de mutuo beneficio.

Estimado lector le invito a desalojar esos fantasmas cotidianos que le están haciendo sufrir a usted y a los suyos.

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