Cuando la tormenta pase/ Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión


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Se dice que Kitty O’ Meara una docente norteamericana que ha trabajado como maestra y ofreciendo atención espiritual en hospitales y hospicios, y que siempre ha sido escritora, el 13 de marzo durante esta pandemia a tres semanas de la cuarentena escribió “Cuando la tormenta pase”. Se dice también que el escritor fue el comediante cubano Alexis Valdés semanas atrás y que el verdadero nombre es «Esperanza». De todos modos, leer mensajes optimistas sin importar su autor es lo mejor que podemos hacer además de realizar actividades agradables, que harán que estemos disfrutando del presente y alejándonos de los pensamientos negativos, que son la causa de nuestros problemas, no sólo ahora, sino también en toda nuestra vida. Los mensajes optimistas, cuando nos son creíbles, refuerzan nuestro sistema inmune psicológico, predisponiéndonos para estar más alegres, proactivos y dinámicos para tomar mejores decisiones, en el presente y esperando que el futuro nos sea favorable, reforzando todas nuestras acciones. El escrito dice: “Cuando la tormenta pase y se amansen los caminos y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo, con el corazón lloroso y el destino bendecido nos sentiremos dichosos tan sólo por estar vivos. Y le daremos un abrazo al primer desconocido, alabaremos la suerte de conservar un amigo. Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos y de una vez aprenderemos todo lo que no aprendimos. Ya no tendremos envidia pues todos habrán sufrido. Ya no tendremos desidia, seremos más compasivos. Valdrá más lo que es de todos que lo jamás conseguido. Seremos más generosos y mucho más comprometidos. Entenderemos lo frágil que significa estar vivos. Sudaremos empatía por quien está y quien se ha ido. Extrañaremos al viejo que pedía un céntimo en el mercado, que no supimos su nombre

y siempre estuvo a tu lado. Y quizás el viejo pobre era Dios disfrazado. Nunca preguntaste el nombre porque estabas apurado. Y todo será un milagro, y todo será un legado, y se respetará la vida, la vida que hemos ganado. Cuando la tormenta pase te pido Dios, apenado, que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado.”

Reflexionemos, por ejemplo, que una tragedia puede convertirse en nuestro mayor bien si la abordamos de tal forma que nos ayude a crecer, ya lo dijo la madre Teresa: “Más vale encender una vela que maldecir la obscuridad”. A William Shakespeare, ser lisiado no le impidió escribir las mejores piezas teatrales de la historia, el haber sido manco y llevado una penosa existencia no inhibió a Cervantes de escribir uno de los más altos exponentes de la literatura universal, “El Quijote”, por ser ciego, John Milton no dejó de escribir el poema más grandioso de la lengua inglesa, “El paraíso perdido”, aun siendo sordo, Beethoven compuso las piezas musicales más bellas que se hayan escuchado jamás. Las dificultades serias, los impedimentos físicos, nos pueden hacer lograr grandes cosas, Jean Renoir, pintó sus magníficas obras de arte con los dedos deformados por el reumatismo y el pincel atado a la mano, Thomas Alva Edison cuando inventó el fonógrafo estaba sordo…a menudo las desventajas y las tragedias deben despertar en nosotros las mejores cualidades, y deben incitarnos a esforzarnos y superar los obstáculos y a realizar objetivos que de otro modo ni siquiera hubiésemos intentado alcanzar. Seamos felices, pero de manera tal que nada ni nadie sea capaz de opacar ese bello sentimiento que Dios ha sembrado en nuestros corazones. “Lo esencial es invisible a los ojos” decía Sain Exuperie. (O)

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