Consideraciones sobre la nueva reserva marina en Galápagos / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

El presidente Guillermo Lasso en su intervención en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP26), anunció la creación de una nueva reserva marina en Galápagos

Sin duda y tal como lo señala Doménica Montaño que se encuentra en este evento, es una buena noticia para los ciudadanos galapagueños y otros activistas que llevan años pidiendo que las especies que viven en las aguas de Galápagos estén más protegidas.

Una reserva marina busca preservar los recursos pesqueros dentro de un área determinada, para lo cual se aplica una legislación especial y restrictiva de los excesos de la pesca en zonas de especial interés biológico a fin de permitir la regeneración y el desarrollo natural de los recursos marinos.

La nueva reserva tendrá 60 mil kilómetros cuadrados de extensión que se sumará a la reserva marina actual, que tiene una extensión de 133 mil kilómetros cuadrados de mar (casi el 50 % de la superficie de Ecuador continental) y una de las más grandes del mundo.

La figura que el gobierno ha optado es la de hacer “un canje de deuda por naturaleza”, de manera que el área protegida no quede en teoría, sino que cuente con recursos para conservarla, mecanismo que según los expertos es la única forma de hacerlo.

Esto significa en que una organización internacional podrá adquirir parte de la deuda externa de un país a cambio de promover el cuidado del medioambiente.

Si bien al momento no se tiene un el nombre de la organización, el presidente Lasso aseguró que va a ser por el monto más alto que se ha hecho en el mundo. Más allá de los ofrecimientos es de esperar que la entidad encargada de la compra de los bonos y la distribución de los fondos de conservación sea la adecuada para asegurar la protección de las Galápagos.

Resulta interesante que el 50% de la nueva reserva esté pensada en proteger la Cordillera Submarina del Coco, pues por esa zona transitan muchas especies marinas migratorias que están en peligro de extinción como el tiburón martillo. 

El otro 50% será una zona de no palangre, una técnica de pesca que usa una línea larga de anzuelos a cierta profundidad para capturar una mayor cantidad de peces; el problema es que no es una técnica selectiva y hay un alto índice de pesca incidental de tiburones, tortugas marinas, rayas y hasta lobos marinos que caen en los anzuelos, arrasando con las especies endémicas protegidas del archipiélago. 

Como se puede apreciar, la propuesta tiene mucho de positivo y es de esperarse que no se convierta en una decepción, para ello habrá que implementar todos los mecanismos necesarios para monitorear directamente los resultados y posibles amenazas. 

Más allá de ello y tal como lo recoge Florencia Grillo del Washington Post, “no hay política de mitigación climática posible mientras exista una deuda externa que deje a los países sin margen de acción.” (O)

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