Conflicto social / Mauricio Calle Naranjo

Columnistas, Opinión

Como sociedad, la población ecuatoriana ha fracasado. Los individuos y las instituciones del Estado, que componen la estructura social no han cumplido con su rol integrador, además se han separado abismalmente por dicotomías ideológicas y estrictas normas sociales, olvidándose de que el progreso se alcanza en equipo, con una conciencia colectiva pragmática que evite intereses individuales y alivie tensiones.

Durante años, el país no ha aprendido nada, ha ignorado que, dentro de un mismo territorio los roles del individuo no pueden generalizarse porque existen diferencias marcadas entre la actividad urbana versus la ruralidad. Estás anomalías persisten desde la época de la colonia y aún son palpables en pleno siglo XXI. A través de las décadas no ha existido un desarrollo justo y sostenido que permita alcanzar la equidad, concepto trillado como frase de filosofía de un libro que nadie quiere leer.  

A diferencia de los países desarrollados, la identificación social del ecuatoriano es dispersa, incongruente e irónica porque el ciudadano promedio suele olvidarse de sus raíces y adolece de esnobismo. Por otro lado, cuando más elevada es la identificación recíproca de los miembros de una sociedad en torno a un modelo de vida común, mayor es la cohesión social y menores las probabilidades de que las normas y las leyes sean violadas. 

Actualmente, se ha desintegrado la hermandad colectiva, produciéndose enfrentamientos violentos entre diferentes sectores de la comunidad, debido a la inconformidad con las leyes que se ajustan a un fallido modelo socioeconómico. El Ecuador tiene una sociedad compleja, con un entramado que ha evidenciado no satisfacer a todos, esto ha provocado frustraciones individuales y colectivas, más aún donde las minorías no tienen reconocimiento de sus aspiraciones, pero si deben someterse al control social por sus transgresiones. 

Similar a una olla de presión, las disfunciones sociales han alcanzado un nivel peligroso, donde sin tener una válvula de escape, el único camino es la explosión, el caos, la turba, la violencia. 

“Sin conflicto social no hay cambio y sin cambio social la historia no existiría” (Ch. Wright Mills). 

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