Basta de lamentos / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

La intención de superar las dificultades, no es suficiente, a la hora de contrastar las acciones ejecutadas y los resultados obtenidos luego de once meses de gobierno.  Lo que no quiere significar que no se hayan realizado gestiones y adoptado decisiones para solucionar temas de gran impacto social, cómo por ejemplo: la inmunización frente a la pandemia.

Pero esos trabajos, importantes y urgentes, aún reconocidos y valorados, pasado el tiempo, no afloran espontáneamente como el primer recuerdo ciudadano cercano. Se queda guardado en el cofre de la memoria selectiva profunda y requiere de varios imputs, señales y activadores para que salgan a la luz, a diferencia de la clasificación de la selección nacional de fútbol al mundial de Qatar que, como otro hecho motivador reciente, altamente valorado y sensible, permanece en un nivel de memoria más accesible al recuerdo inmediato, con apenas un pequeño impulso para activarlo.

Los dos acontecimientos, trascendentes para nuestra sociedad, solo tienen una pequeña gran diferencia para aflorar del subconsciente: el sentimiento. Dolor en el primer caso; y, alegría en el segundo.

Tan pronto la comunidad ecuatoriana superó el trauma y la ansiedad en la que se definió el último proceso electoral: dividida, molesta, inquieta y hsta sintiéndose utilizada; se arrojó en los brazos de la expectativa, el anhelo y la esperanza, como tratando de encontrar en esa trilogía, el norte que justifique el desvelo y la zozobra de catorce años de encierro del pensamiento y enclaustramiento de la libertad, la solidaridad y el respeto.

No todos pensarán igual, claro está; pero aquellos que fueron agredidos, aislados, separados, perseguidos, controlados, ajusticiados sin pruebas, estafados, engañados y manipulados, entre tantas otras manifestaciones de agresión, provocación y amenaza, si encuentran un denominador común a su frustración, desencanto y pesar acumulado.  

De ahí que, hablar de seguridad sea algo tan significativo para todos y su ausencia se la advierta en el día a día, como un demérito gubernamental, no obstante el empeño puesto en procura de brindar al ciudadano esa certeza de vida y la tranquilidad de ser habitante de este planeta y de este territorio patrio. 

Para los que sienten miedo de ser atacados, asaltados, ultrajados, robados, o heridos, como para los que tienen temor de hacer inversiones con su dinero y sus bienes, arriesgar su capital en empresas y generar espacios laborales que ayuden a facilitar empleos para la gente que carece de ellos, producción para vender, alimentos para saciar el hambre, bienes y servicios para solventar las necesidades humanas, el tema es mucho más sensitivo y permanece a flor de piel.

Pero tampoco es suficiente reconocer el problema y decirlo o -solo- identificar la urgencia, la enfermedad o la carencia. Indispensable es acompañar esa advertencia con propuestas idóneas, soluciones prácticas, inmediatas y efectivas.

Esa sigue siendo una tarea pendiente que, esperamos tenga un derrotero distinto.

La vida es un bien irremplazable, por ello es que la gente demanda atención preferente del estado para que se la proteja y garantice. El trabajo es un derecho complementario al de la vida, y apareja una condición de superación y de bienestar indispensables. 

Basta de lamentos. Los ajustes han sido tomados. Aguardemos su impacto.

Porque encontrarnos se ha vuelto un desafío y avanzar, es una necesidad.

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