El auge de los deportes extremos / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión

En los últimos años ha surgido con mucha fuerza los llamados “deportes extremos”, parecería pues que la búsqueda de sensaciones es cada vez más intensa. Pero ¿qué es lo que lleva a la gente a dicha búsqueda?.
Esta pregunta podría tener respuestas muy variadas, pero seguramente todas girarán alrededor del gran atractivo que resulta ser el peligro, pues el ser humano siempre ha necesitado de retos para salir adelante en la vida y son precisamente esos momentos fuertes gratos o ingratos, los que van marcando nuestra existencia.
El problema entonces no está ahí, pues las sensaciones son naturales en toda persona. El punto es que cuando la vida no nos proporciona emociones suficientes entonces salimos en busca de ellas y como consecuencia han surgido esta serie de deportes de riesgo como el puenting y rafting, al igual que otras actividades más tradicionales como el paracaidismo aladeltismo, parapentismo o el kayak.
En general son disciplinas en su mayoría incluso ya existentes, pero que debido a circunstancias o situaciones especiales implican peligro por la dificultad para realizarlos, así como cierta dosis de exigencia física y sobre todo psicológica.
Pero quizá el problema sea que la búsqueda de sensaciones fuertes ha sido mal interpretada en muchos casos, pues no es necesario poner en peligro la integridad física para pasar un rato realmente excitante; arriesgar la vida no resulta nada divertido.Cabe preguntarse entonces cuáles son los motivos por los que estas actividades de riesgo atraen a tanta gente.
Tal como Lourdes Martos lo menciona en uno de sus artículos, toda persona que está viva, siente, porque sentir va unido a la vida. Así que, si ya sentimos de forma natural, es absurdo, en principio, buscar sensaciones artificiales y casi precocinadas. Por pura lógica se puede afirmar que si se busca algo fuera es porque tal vez nuestra vida no nos proporciona las experiencias que necesitamos o que creemos necesitar.
Siendo esto así, la aceleración con la que vivimos y la caída de los valores tradicionales son factores muy a tener en cuenta. Por ello resulta lógico que, si alguien no siente “nada” en su vida cotidiana, trate de buscarlo en alguna otra parte como pueden serlo este tipo de actividades.
Saber darle a la vida riesgo, intriga o emoción depende solo de uno, nadie puede hacerlo por nosotros. Por desgracia, el afán aventurero o las experiencias no pueden comprarse, hay que buscarlas, y saber crear a nuestro alrededor una cierta atmósfera que atraiga esas experiencias y retos que tanto deseamos. Nosotros somos los que hacemos de las experiencias algo rutinario o algo excitante, según la emoción que asociemos a cada uno. Por eso, con un espíritu aventurero y positivo, de pronto la vida se llena de sensaciones, de sueños, y adquiere un sentido y equilibrio que jamás imaginamos.
Así que, cada cual a su manera busque lo que necesite, pero sin olvidar que no hay mayor aventura que vivir intensamente la vida.

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