Apuesta por la humanidad / Guillermo Tapia Nicola

Columnistas, Opinión

A esta altura de la vida, no creo equivocarme al sostener que “nunca hemos abandonado el nido” y por lo mismo, todos los intentos liberacionistas: humana, social, política y económicamente hablando, no han sido sino una vuelta al círculo que -sin justificar, ni dar razones- ha mantenido a todos ocupados, con la mirada más perdida que la de un ciego.

Lo que no quiere significar que, ahora, cuando el “novedoso” virus de una veterana cepa que se dice convive desde siempre entre nosotros y, una de sus mutaciones, ha irrumpido con tono desafiante en la aparente paz del mundo -la civilización- desaparecerá del planeta por consunción. 

¡Creo que no!. Personalmente confío en que los efectos del impacto irán atenuándose y -aunque muchos mueran en el intento de protegerse del contagio- la gran mayoría sobrevivirá y, lo que es más, tendrá -otra vez- la oportunidad para reflexionar sobre sus pasos y enmendar, en bien de todos o renegar, a favor de unos cuantos. En cualquier caso, nuestro nido primario, este planeta incrustado en una partecita de la infinita galaxia, continuará.

Ese mundo dual, que se debate entre lo positivo y lo negativo, entre el bien y el mal, entre lo blanco y lo negro, lo dulce y lo amargo, lo cálido y lo gélido, lo desprendido y lo egoísta, lo generoso y lo sórdido, lo liberal y lo miserable, lo solidario y lo cicatero… se verá compelido a un mea culpa en donde los matices hagan de las suyas y permitan las aproximaciones y las reales convivencias humanas.

Una sociedad distinta, definitivamente se abrirá paso. Más justa posiblemente y menos ampulosa, intolerable y fatua. Con sólo eso, ya habremos ganado el espacio que -en alguna generación se perdió- y terminó por confundir la superación individual con la avaricia y la mezquindad.

El planeta ya ha ganado, con el solo hecho de mantenernos en esta cuarentena prolongada. El aire ha mejorado, las aguas fluyen más limpias, los bosques se han recuperado, la fauna se ha reinsertado en su hábitat y supongo, que el hombre y la mujer, los niños, los jóvenes y los adultos mayores, hemos aprendido una lección de vida.

Ponerla en práctica, sin duda será más costoso aunque no imposible. De eso se trata el reto post pandemia. De aprender a discernir con absoluta integridad para que las decisiones que se tomen, en todos los órdenes, sean oportunas, coherentes, honestas y social y ambientalmente saludables.

Por eso, suena interesante que los recursos que presupuestariamente el País destina para financiar los partidos y movimientos políticos y para promover las candidaturas de sus patrocinados, se dediquen, por entero, a solventar los gastos de potenciación de los temas de prevención, de salud, de resiliencia y de educación nacional.

Porque sin duda, deberemos hacer algo, como sociedad, como país, como humanidad, y fortalecer esa capacidad personal para superar las circunstancias traumáticas en función de salir adelante y emprender en nuevos desafíos. Porque deberemos también, reconstruir y potenciar las instalaciones y equipamientos del sistema de salud, de manera que nunca más volvamos a ser sorprendidos por fenómenos y enfermedades como la que nos afecta. Porque desde las instancias educativas, deberemos volver a retomar las “viejas y arcaicas” enseñanzas, los valores cívicos, éticos y morales, para hacer del respeto, la honestidad, la observancia, la dedicación, el cumplimiento y la paciencia, basamentos del comportamiento social que nos impulse a ser mejores, a respaldarnos y a valorarnos unos a otros. Porque retomaremos la costumbre de guardar para tiempo de vacas flacas y, de este modo, tendremos ¨siempre algo¨ que servirá para ayudarnos a nosotros mismos.

Pero habremos de seguir, muy de cerca la inversión de esos recursos, para evitar que sucedan hechos bochornosos que desdicen de la prestancia de quienes, estando al servicio de los demás, hacen uso fraudulento del dinero ajeno.

Si la solidaridad empieza en casa, como el adagio refiere, habremos entonces de ensayar una nueva actitud en favor de los demás, de todos aquellos que están cohabitando en nuestro hogar llamado Ecuador y, en esa óptica, los que más tienen apoyarán a los que menos pueden para ayudarlos a caminar y luego hacerlo juntos. Hasta llegar a ser “auténticos y ligeros¨.

Este es un mundo de oportunidades y la humanidad tiene, como dije, una segunda, tercera, décima o milésima ocasión para revisar perspectivas y corregir tareas. 

No hacerlo, sería no sólo una imprudencia, sino un salto al vacío con catastróficas consecuencias.   

¡Espero no verlas!…      Apuesto por el cambio positivo de la humanidad. (O)

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