Aportes al bicentenario. 2020/ Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión


Mientras las instituciones herederas del poder y sus priostes se aprestan a la “celebración” del bicentenario de la Independencia. Desde mi trinchera personal, y asumiendo la voz de quienes tendremos que “rememorar” de soslayo, pero por convicción, lo que otros tienen que reafirmar con bastante demagogia y figuración, he venido publicando con mis propios recursos, de lo que va y por lo pronto, dos nuevas investigaciones. Una titulada “Inventaron una guerra para darnos patria”, y ahora este libro de singular contenido pero de urgente necesidad que versa sobre la maltratada interpretación de las lenguas perdidas en el Ecuador andino. Se titula Sustratos Etnolingüísticos del Ecuador Andino.

Realmente es difícil estudiar lingüística para sobrevivir en Ecuador. Muchos confunden el estudio de  la lingüística con aprender inglés. Esto va desde el enfoque de las universidades. Pero la lingüística tiene un campo de acción más amplio. Esto lo sabemos escasos interesados en esta disciplina en nuestro medio. Por ello, entre los contados especialistas, me enorgullece contar con el prólogo de Carlos Ortiz Arellano, quien desde su formación académica en La Sorbona, y como prolífico investigador de estos temas que los ha combinado con  la historia y a biografía, me da sus palabras de aliento:

“Los temas que aparecen en las páginas de esta obra corresponden a una serie de estudios  que sobre el habla de los pueblos andinos se han venido realizando desde hace más de dos siglos por diferentes autores, entre los que hay que mencionar a Pedro Arturo Reino Garcés como uno de los más dedicados a esta disciplina investigativa que lo viene realizando desde hace muchos años. La intención de Pedro Reino es descubrir y rescatar las lenguas primitivas prácticamente muertas valiéndose de los topónimos, antropónimos, fitónimos, zoónimos y de algunos términos guardados en el léxico de las hablas actuales del Ecuador. Pero también le interesa la correcta interpretación de los aportes para entender mejor nuestro legado lingüístico. Este proyecto lo logra con abundante y minuciosa recopilación de documentos y un empleo de una metodología adecuada de análisis, que ha producido numerosas publicaciones sobre estos temas…”

Considero que el presente trabajo, lo he concebido como un desafío, porque he rastreado, no el quichua, sino las lenguas que murieron con la difusión de la lengua general, el quichua, por la comodidad evangelizadora. Nos quedan, por referirme a los antropónimos, apellidos pastos, quillasingas, caranquis, pantsaleos, puruhaes, cañaris, paltas, colorados y otros relacionados a la zona andina. Su sola ubicación y clasificación es un desafío a estas alturas de nuestra historia. Haber mentido dando explicaciones vergonzantes para su cultura, por parte de analistas que de buena fe, pero carentes de formación adecuada, han ofendido la dignidad de la gente aborigen. Este es un reto que lo asumo a riesgo del resentimiento de aludidos, porque en este medio, en donde todos somos todólogos, enciclopédicos y audaces, “el tuerto es el rey”. Esto último, porque Ecuador es eso, dolorosamente. Un Estado  de minusválidos carnetizados  que ostentan el poder y se vanaglorian de ello en nuestras propias narices. ¡Viva la Patria y su bicentenario! (O)

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