Antecedentes de una epopeya / Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

 

En la época colonial – igual que en la republicana – los indios fueron los principales creadores de riqueza aprovechada por sus amos. Vivían en la más completa miseria. El tributo que pesaba sobre ellos era la principal fuente de la fortuna de españoles y mestizos. Vivían endeudados por generaciones y cuando no podían pagar se los conducía a los obrajes, esos terribles antros de explotación, violencia y muerte.

Las epidemias asolaban las poblaciones, y los indios abandonados a su suerte eran las víctimas propicias de todos los males.

De modo que, como lo manifiesta el Dr. Leopoldo Benítez Vinueza, el siglo XVIII fue un “siglo fermentante”, siglo agitado por violentas contradicciones internas y atormentado por ansias nuevas que no alcanzaban a adquirir forma. En él se dan batalla preliminar las fuerzas contra puestas y las aspiraciones contradictorias: el indigenismo, el criollismo, la revolución y la rebelión.

Todo el siglo XVII está sacudido por esa agitación india que aspira a la libertad, que si bien es cierto no tenía un plan concreto, había echado hondas raíces en toda América y tenía corresponsables misteriosos diseminados desde buenos Aires hasta Quito.

Movimientos liderados por Túpac Amaru y Túpac Catari tienen elementos de una gran revolución que aspiraba a devolver la tierra a los indígenas desposeídos.

En el Ecuador, aunque la revolución india no tuvo carácter decisivo ni forma apropiada, no faltaron la protesta violenta y la sublevación armada.

La primera de las sublevaciones ecuatorianas fue la de los indios de Patate, en 1770n en la que “no sería extraño inducir que los rebeldes y altivos salasacas hayan jugado un papel importante”.

Otra sublevación trascendente se produjo en noviembre de 1777 en la que tomaron parte indios de Otavalo, San Pablo, Atuntaqui, Caranqui y Cotacachi.

El 1 de septiembre de 1778 ocurrió el levantamiento de los indios de Guano y de Guamote, específicamente dirigido contra el cobro del diezmo.

Como han expresado los historiadores, las sublevaciones indias no tuvieron el carácter de revolución.
Eran la explosión violenta de la ira contenida.

En cambio hubo un gran movimiento revolucionario liderado por el Dr. Francisco Javier Eugenio de Santacruz y Espejo, que se sustentaba en una reacción contra los sistemas españoles de dominación. Hombre de ciencia y orientador de la opinión pública, a pesar de su origen étnico, superó obstáculos raciales para granjearse el respeto de sus conciudadanos como hombre culto e ilustrado médico y escritor.

Espejo al ver que las clases privilegiadas no permitían reformas, vio en la revolución el único camino por el que su Patria debía conducirse. Habló de la expulsión de los extranjeros y de un gobierno con mandatarios nacidos en Quito.

El siglo XIX, en sus albores, vio germinar las ideas revolucionarias de Espejo. El 10 de Agosto de 1809, el grito precursor de la independencia, lanzado en la capital por los patriotas quiteños, trajo profundas proyecciones de transformación en nuestra Patria y en Hispanoamérica. (O)

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