Al finalizar el año lectivo / Gabriel Morales Villagómez

Columnistas, Opinión

 

En estos días finalizamos el año lectivo en el régimen de la sierra. Es el momento de cosechar lo que hemos sembrado juntos durante todo el año. Ya no podemos volver los días y solo esperamos los resultados del aprovechamiento. Para los niños y jóvenes  que no hicieron el mejor esfuerzo llegan los sustos, los arrepentimientos y las lamentaciones.

Pero a lo mejor también como padres no dimos el acompañamiento necesario a nuestros hijos en la escuela y en el colegio y ahora nos enfrentamos a los supletorios, remediales y a los exámenes de gracia.

No solo es el hijo el que esta propenso a perder el año, es el fracaso del padre, de la madre, de la sociedad y del Estado. ¡Dolor y sufrimiento! Sufre el hijo sufre la familia. Pero además es más esfuerzo para los maestros que deberán laborar injustamente obligados, reforzando el aprendizaje de los estudiantes desaprovechados.

Muchos niños y jóvenes saldrán de vacaciones con la satisfacción del deber cumplido, alegría para los padres, el esfuerzo cotidiano se verá compensado con un merecido descanso, otros deberán esperar y esforzarse para pasar de año y consecuentemente toda la familia se quedará a supletorio, condicionada para ver si pueden salir de vacaciones. Sí, junio y julio es tiempo de lamentaciones o de beneplácito.

Como padres tenemos la obligación y la responsabilidad de brindar todo el apoyo a nuestros hijos en sus labores educativas. Y los hijos tienen la obligación de retribuir el esfuerzo de los padres, evitándoles contratiempos llanto y humillaciones. Padres e hijos somos corresponsables de la formación. Como padres, nuestra mayor responsabilidad es criarlos bien, formar a nuestros hijos, con valores y eso implica encaminarlos para que puedan enfrentar la vida, protegerlos de los riesgos y peligros; ayudarlos a construir un plan de vida. Educarlos y formarlos para que sean íntegros.

Como cristianos nuestro deber es el ponerlos en gracia de Dios  bendiciéndoles todos los días, imponiéndoles las manos, luchando cada día y venciendo juntos las dificultades, con paciencia, ayudándoles a crear hábitos, fortaleciéndoles física y espiritualmente.

No importa si los tiempos son complicados y debemos luchar en su formación en medio de la tecnología, las leyes punitivas, la infinidad de derechos  mal entendidos, juntos debemos hacer nuestro mejor esfuerzo hacerlos hombres y mujeres de bien.

Que no culpemos al colegio, a la escuela, a los maestros ni al sistema educativo cuando somos nosotros los responsables, por lo que hicimos mal o dejamos de hacer.

Todavía podemos salvar el año lectivo y aunque nos sintamos defraudados, llenos de ira, no nos queda más que tomar aliento, bendecir a nuestros hijos  y volver a empezar. (O)

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