Agave y begonia curan enfermedades venéreas. 1794 / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión


“Enterado Su Merced de haberse comprobado en España la eficacia y  virtud antivenérea de las dos raíces  de las plantas  agave y begonia, que por comisión del Muy Reverendo Arzobispo de México trajo a esta Corte don Francisco Balmis, y de lo ventajoso que es a la humanidad semejante hallazgo se ha dignado mandar se propague y extienda el conocimiento de estos vegetales, concediendo a este fin las más amplias facultades  a D. Mariano Martínez de Galinsoga, como Intendente del Real Jardín Botánico de Madrid: y en atención al zelo y desinterés con que D. Francisco Balmis ha practicado las observaciones en esta Corte, simplificando y arreglando las dosis y método con que deben administrarse, con el fin de que continúe su estudio hasta perfeccionar dicho método, se ha servido nombrarle Consultor de Cirugía del Exército con el sueldo y emolumentos correspondientes; y en prueba de su desempeño ofrece  publicar en breve un tratado de los usos y virtudes de ambos vegetales para la completa instrucción y utilidad del público.” (Ver: Mercurio de España, Marzo de 1794, Sección Mercurio Histórico, Madrid en la Imprenta Real, p. 274. Documento de la Universidad Complutense de Madrid, Facultad de Ciencias Políticas Económicas y Comerciales, pdf)

Estamos en la España de la época de nuestro Rey Carlos IV, conocido como “el Cazador” o “El Divino Tonto”. Su esposa fue María Luisa de Parma. Es el padre Fernando VII, que vivió la desintegración de las colonias americanas. María Luisa de Parma, madre de “nuestro amado rey” Fernando VII, como escribieron los próceres ambateños de la época de la independencia. A esta reina, “a la que el poeta Espronceda llama inspiradamente “impura prostituta”, confesó en su lecho de muerte…al agustino Juan de Almaraz, que ninguno de sus 14 hijos eran del rey Carlos IV. Lo supo Fernando y confinó a Almaraz de por vida a un lóbrego calabozo de la fortaleza de la Peñíscola.” Juan Eslava indica que el documento existe hasta ahora custodiado en el Archivo del Ministerio de Justicia.

Muy interesante para la magia de nuestra América de lo real maravilloso, resulta que el arzobispo de México haya estado preocupado en buscar remedios para las enfermedades de transmisión sexual “que se contagian durante el sexo vaginal, anal u oral”. El “agave”, la cabuya nuestra, la que llena nuestros paisajes andinos que se dice tener origen mexicano, fue denominada por los peninsulares como “agave”, que en griego significa “maravilla”. En quichua se llama “chaguar”, con variantes en la pronunciación “tsawar”. Si la medicina es la raíz, estamos hablando de curar las enfermedades venéreas con “chaguar-ango”. La información contemporánea dice que la cabuya constituye una “planta asilvestrada en la Península”. Las begonias en cambio son esas maravillosas y variadas flores que brotan de plantas subtropicales de tallos tubulares. Se sabe que se hacían emplastos con tallos y flores machacados para aplicar sobre quemaduras de la piel o escozores causados por infecciones.

Frente a la promiscuidad que se vivía, sobre todo en las cortes, la necesidad de la medicina ha fijado estos curiosos datos de estímulo a los observadores coloniales de las propiedades de estas plantas: “y en atención al zelo y desinterés con que D. Francisco Balmis ha practicado las observaciones en esta Corte, simplificando y arreglando las dosis y método con que deben administrarse, con el fin de que continúe su estudio hasta perfeccionar dicho método, se ha servido nombrarle Consultor de Cirugía del Exército con el sueldo y emolumentos correspondientes”. Balmis vino a América a difundir la vacuna de la viruela. (O)

Deja una respuesta