Administrar el hambre. 2021 / Pedro Reino Garcés

Columnistas, Opinión

¿Qué políticas implementarán los diferentes gobiernos para administrar el hambre de los sobrevivientes a esta pandemia llamada del covit-19? Pues queda algo subyacente en cada país. ¿Cómo quedarán las economías del capitalismo? ¿Cómo quedaremos los submundos subdesarrollados? Indudablemente que todo lo vinculado a la salud está siendo el principal negocio, desde una pastilla hasta una hospitalización privada, que pasa al rango de selectividad espantosa, son negocios rentables, porque la salud pública está desprotegida por el Estado y hasta es la primera gran estafa estructurada por modelos de corrupción en la que estamos sumergidos. De esto hablamos los sobrevivientes con algo de aliento, porque el miedo nos crece todos los días.

Sin salud no hay nada. Y en esta pandemia hasta las iglesias de nuestros entornos están prohibidas y cerradas. No hay comunión que valga sino la del espíritu con la fe del creyente. ¿Qué vía se vuelve necesaria para nuestra resurrección social? Pues no otra sino el trabajo al que se le debe dar el justo valor de su dignidad primigenia. No pensemos en salario, sino en una reconceptualización y reconocimiento a formas de sustento en que hay que tener presente, algo así como empezar de cero. Los de primera línea serán los que trabajan para darnos de comer. Si los médicos conscientes han ofrendado su entereza para sostenernos con vida, quienes luchen por darnos el producto de la naturaleza para llevar a nuestras mesas, deben ser los nuevos héroes que nos ayudarán a tomar energía de los alimentos que nos proporcionen: Agricultores, pescadores, granjeros. De aquí, quienes colaboren en la cadena alimenticia, deben ser considerados los principales aliados y asistentes de la rehabilitación social. Pero por ahí aparecen los problemas, en esas “cadenas” como de la transportación y sus costos.

Hagamos aquí un corte para decir que así como han quedado obsoletas muchas infraestructuras, incluidos los propios mercados, no se diga parques, campos deportivos, colegios, balnearios, iglesias, etc. lo están en evidencia sus leyes y ordenanzas. Las vías públicas ofrecen ahora el sustento alimenticio. Menos mal que en algunos casos se han salvado de los manipuladores de los mercados y sus roscas espoleadoras que cobran por todo y a toda víctima. Yo, no es que crea, sino que puedo dar fe histórica de que los municipios heredaron el poder de la explotación colonial.

Esta focalización va para la “otra Sociedad”, desde la que participo; porque las élites tienen los supermercados con todas las “normas de bio seguridad”, que no está mal, pero que son la demostración de los dos mundos, que como dos tetas dan de comer a pobres y a ricos ratificados por la pandemia. Sin embargo, no hay que olvidar que esos mismos productos de la calle, que lo están mejor presentados en las vitrinas mejor cuidadas, vienen de las manos de los mismos trabajadores a quienes hay que valorarles y retribuirles en condiciones de equidad.

Un gobernante debe saber que todo esto y mucho más lo mueve el hambre: “que es el más temible de los enemigos, contra el que no pueden cañones ni decretos, porque es quien diezma tus ejércitos. Hunde tus naves, llena de criminales las noches y de pícaros las plazas. Da crédito y poder a los clérigos. Prostituye a las mujeres. Hace viejos a los niños. Él, que es padre de todos los vicios. Que engendra la adulación. Promueve la traición. Atrae al juego. Somete al vino y al alcohol. Mete los dedos en la bolsa ajena. El puñal en el vientre. El pescuezo en el yugo…decide la suerte de las almas. Hace las guerras. Crea las victorias y las derrotas. Destruye reinos, somete pueblos. Todo lo puede”. (Napoleón Baccino, Premio Casa de las Américas, 1989, Maluco, p. 230). Esto quiere decir que primero hay que curar el hambre y luego lo demás. (O)

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