98 SONRISAS IDIOTIZADAS / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

A propósito de las amnistías indiscriminadas concedidas por la Asamblea Nacional (AN) la semana pasada a cientos de terroristas y delincuentes que destruyeron Quito y sitiaron el país en octubre del 2019, escucho y leo por ahí que con semejante atropello el Ecuador ha tocado fondo. Yo no lo creo, porque esta no fue ni de lejos la gota que derramó el vaso, fue solo una más de las incontables picardías gestadas en la AN y que sumadas hicieron que tocáramos fondo hace varios años atrás, no ahora. Hoy lo que hemos hecho es simplemente chapotear una vez más sobre los pastozos lixiviados asentados en ese profundo, oscuro y pestilente suelo cloacal.

Y sí, entiendo que en política debe haber acuerdos entre bancadas opositoras, entiendo que a veces hay que ceder para ganar y entiendo también que muchos de estos acercamientos son necesarios para vivir en democracia. Pero en este caso, ni siquera la vulneración a la estabilidad democrática, usada como excusa, justifica haber concedido amnistías al que es y al que no es. ¿Por qué lo hicieron? Bueno, como sabemos que no piensan y que como dóciles bestias borreguiles únicamente reaccionan a impulsos, pues la madrugada del 10 de marzo solo presionaron el botón del SÍ y automáticamente sintieron violentos espasmos orgásmicos autocomplacidos reflejados en 98 sonrisas idiotizadas, varias de las cuales duran hasta ahora.

Sí, 98 y no 99, que fue el total de quienes votaron a favor de las amnistías, porque hubo un voto que fue excepcional, razonado hasta la saciedad y en consecuencia sin la idiota sonrisa borreguil. Y es que como los correístas, abanderados de la sinverguencería, consiguieron que la amnistía fuese en combo, había que tener porte y señorío para, en casos extremos como este, saber ceder con dignidad, y por eso el voto del asambleísta Fernando Villavicencio amerita un análisis independiente, imparcial y desapasionado. Y es que él, que ha sido el único que durante años siempre estuvo al lado de la honestidad, el único que con valentía puso el pecho a la mafia correísta y el único que jamás claudicó, esta vez cedió, pero lo hizo porque así actúan los hombres de bien cuando las circunstancias ajenas a sus principios les mantienen aprisionados entre la espada y la pared: grato y consecuente con quienes le extendieron la mano durante la feroz persecución correísta. Varios de ellos tenían la oportunidad de ser amnistiados y su conciencia le impedía votar en contra.

Muchos quiteños y ecuatorianos seguramente no compartirán este razonamiento y es entendible. En lo personal pienso que la ejemplar trayectoria de un héroe, un patriota, un verdadero prohombre como pocos ha habido, debería ser merecedora de apoyo y todo crédito.

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