12 de octubre, Fiesta del Árbol / Lic. Mario Mora Nieto

Columnistas, Opinión

            El bosque como padre del arroyo es el cimiento de la civilización y del progreso. Es guardián que nos defiende de la cólera natural; es el que nos purifica, nos da salud y colorido.

            Lamentablemente las quemas agrícolas, los veranos calurosos, la sequedad extrema, el bajo porcentaje de humedad, o lo que es peor, la acción criminal de pirómanos, han provocado grandes siniestros que han devastado miles de hectáreas de bosques primarios y pajonales, con el consiguiente peligro para aves, insectos, tapires, osos de anteojos, pumas, tigrillos, etc., muchos de los cuales no alcanzan a escapar del fuego y perecen calcinados.

            Por desgracia, estos flagelos no constituyen la única amenaza contra los bosques ya que permanentemente están haciendo frente a nuevos e inminentes peligros, pero, principalmente, a la exposición demográfica que cada año afecta a los bosques más próximos con el crecimiento poblacional, ya que aumenta la demanda no solo de madera y combustibles, sino de más y más tierras para ocuparlas en agricultura; el resultado ha sido la amplia destrucción de las formaciones forestales, en tanto que la erosión y las corrientes causadas en gran parte por la deforestación y por el mal uso del suelo han obligado a los habitantes a enfrentarse a una situación conflictiva para lo cual el hombre no ha encontrado aún la respuesta, pues cada año necesita alimentar a más millones de bocas con menos tierras donde producir alimentos. Se ha calculado que para alimentar a la población mundial hasta mediados de este siglo, la producción deberá ser cuatro o más veces que la actual.

            Bien vale mencionar la sentencia de Thomas Malthus: “Mientras los recursos naturales crecen en progresión aritmética, las poblaciones crecen en progresión geométrica”.

            Por otra parte, según expresa el Dr. Misael Acosta Solís, existe un agravante, “Las tierras donde se asientan los bosques tiene excesiva capacidad forestal y no agrícola; la mayor parte de estos suelos son pobres en nutrientes tanto minerales como orgánicos”.

Consecuentemente, no se debería destruir los bosques inconsultamente; aunque el hombre, como sabemos prefiere costumbres que le convienen y adopta procesos y tecnologías de acuerdo con sus intereses. Por supuesto, en el hombre el potencial creador no es menos fuerte que el destructivo. Por lo mismo, en momentos críticos como los actuales debe hacer uso de sus mejores capacidades para salvar la naturaleza. (O)     

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