La división de los Adanes / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



Cuando el Gran jefe creó a Adán quiso que él fuera el símbolo de la humanidad. Posteriormente hubo millones de Adanes. Faltó un “decreto” que dispusiera que todos vivirían juntos en armonía y paz.

Muy pronto los Adanes del mundo se dividieron. Se dividieron por asuntos religiosos, miles de sectas con subdivisiones incalculables. La división religiosa de los Adanes ha desatado fuerzas volcánicas de oído y pasión, nubes de terrorismo sobre nuestros días.

Los Adanes se dividieron en naciones. Las naciones se partieron en más naciones, cada una sentada sobre resentimientos, detrás de limites irregulares. Cada una creyéndose superior, alimentando su vanidad. La división de los Adanes en naciones ha desencadenado venganzas adicionales; matanza de Adanes belicosos y millones de Adanes inocentes.

La Primera Guerra Mundial costó veinte millones de vidas. La Segunda Guerra Mundial treinta y cinco millones. Las maravillosas ciudades de Europa, cuya construcción requirió siglos de inteligencia, arte y trabajo, no fueron destruidas por bombas, las arruinaron el odio de la división de los Adanes en nacionalismos.

Ecuador también pone su cuota de Adanes y Adanes. División por razas, lenguas, dialectos, regiones, costumbres; por todo lo que debiese representar fortaleza, riqueza cultural, fuente turística, bonanza natural.

Los Adanes ecuatorianos se han dado modos para dividirse en una veintena de tendencias políticas. Adán “izquierdo” no encuentra nada positivo en el Adán “derecho” y viceversa. Terceros Adanes divididos en “centristas” de izquierda y derecha, de acuerdo al peso de los intereses. Los Adanes divididos inventaron la política de la troncha. Los partidos y movimientos variopintos cosechan miles de dólares de presupuesto nacional, además de bonificaciones “extras”.

Los Adanes políticos han forzado la división de los demás Adanes: 80 por ciento de pobres, 15 por ciento pudientes y 5 por ciento de multimillonarios. Defensores y destructores de la Constitución. Unos son lo uno de día y lo otro de noche. El siguiente día, los otros son uno y los unos, otro. Se torna difícil identificar cuál es quién y quién es cual.

Si todos los Adanes políticos se uniesen, respetando diferencias, renunciando desmesuradas ambiciones ilegitimas, dedicando un centavo de esfuerzo a la patria, doliéndose de ella; unidos todos construiríamos un gran país, un pueblo saludable, educado, productivo. Un país ideal donde desearía volver a vivir el primer Adán. (O)

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