Cumplimiento inexorable de la ley / Jaime Guevara Sánchez

Columnistas, Opinión



En el programa Ecuatorianos en el Mundo, un compatriota, alto ejecutivo de poderosas empresas de la ciudad de Dubái, Emiratos Árabes Unidos, explica la rigurosidad de las leyes que gobiernan ese país. Por ejemplo, no se puede tener una botella de licor en casa sin la licencia previa del gobierno. Quien viola esa ley, es condenado a seis meses de prisión y luego deportado del país. La misma suerte corren los burócratas que llegan al trabajo apestando a alcohol. Los abogados no pueden defender a los infractores porque son sanciones automáticas. Además, perdería la profesión e irían a parar en la cárcel. Los bancos de Dubái son depositarios de millones de dólares procedentes de todo el mundo. Capitales de bancos extranjeros, de sinnúmero de empresas, capitales y capitales. En todos los casos, el manejo de esos dineros es estrictamente serio, escrupuloso. Mujeres y niños pueden caminar por cualquier lugar en la noche o en la madrugada sin que nadie, jamás, les moleste; la seguridad es impecable.

El desarrollo de las ciudades, en orden, la limpieza, el transporte, los servicios, corresponden a una organización superior que no la tienen ni los países denominado primer mundo. El factor primordial para ese grado de eficiencia perfecta es el cumplimiento inexorable de la ley. 

Los marchantes ecuatorianos podemos conjeturar: si en infracciones consideradas minúsculas en nuestro patio, los emiratounidenses son tan rigurosos; cómo serán en delitos mayores. Solo anotemos que el burócrata que empuña fondos públicos que es castigado con pena de muerte. Igual suerte corren jueces y fiscales cuyos dictámenes despierten la más ligera sospecha de dinero ilegal, comprobado con la fiscalización exhaustiva de su riqueza personal. Si el mundo tiene ejemplos de países envidiados por su inteligencia organización constitucional, por su justicia incorruptible, -Emiratos Árabes Unidos, Singapur, Finlandia, Noruega- por qué nuestra Asamblea Nacional se raja la cabeza diseñando un calzón remendado que perennice la corrupción, los escapes legales, los vericuetos procesales, a favor o de remedos sentencias o de libertades a la vuelta de la esquina o de burla definitiva de la ley.

 ¿Por qué no “calcar” -con papel carbón- puntos positivos de países organizados bajo normas cristalinas, respetadas por gobiernos patriotas, por fuerzas políticas honestas, por jueces probos, por pueblos ilustrados; y por todos los etcéteras involucrados? (O)

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