Al término del mes del Ramadán / Ing. Patricio Chambers M.

Columnistas, Opinión



Esta semana el mundo musulmán cumplió una vez más con el mes sagrado del Ramadán, que corresponde al noveno del calendario lunar árabe y constituye la celebración del acontecimiento más importante para ellos: el descenso desde el cielo de la palabra de Dios, a través del Corán su libro sagrado.

Este año en el calendario occidental empezó el 7 de mayo y concluyó el 5 de junio, considerando que de acuerdo al Islam nos encontramos en el año 1440, pues marcan su tiempo a partir de la hégira o migración de Mahoma de La Meca a Medina, acaecida en el año 622 DC.

Durante el Ramadán todos los hombres y mujeres que hayan llegado a la edad de la observancia religiosa y que estén en buen estado físico, deben ayunar cada día desde que nace el sol hasta el ocaso.

Son momentos de contemplación, devoción y rememoración de Dios, especialmente por medio de la lectura y la recitación del Corán. A lo largo de aproximadamente un mes, el feligrés islámico se abstendrá de comer, beber, fumar y tener relaciones sexuales.

Antes del alba, consumen una comida matinal llamada el suhur o sahari, para luego dedicar el Fajr, que es la primera oración del día.  Es una comida planificada con cuidado para que le ayude al cuerpo a mantenerse saludable.

Al ponerse el sol, la comunidad se reune para la comida de Iftar, justo después de escuchar azhan del Maghrib, ellos recitan la súplica de Iftar preguntando a Alá sobre su sustento. Normalmente los dátiles son la primera comida para cerrar el ayuno diario, ya que el Profeta Mahoma rompió su ayuno con tres dátiles, según algunas tradiciones.

En este mes, los creyentes también hacen un gran esfuerzo por evitar cualquier comportamiento inmoral al igual que mentir, insultar o hablar de mala manera, como una muestra clara de saber controlar nuestros instintos básicos, recordando que el espíritu rige sobre la materia.

Especial importancia cobra en esta celebración, el ocuparse del bienestar de los menos afortunados de la comunidad, a través de donaciones y acciones de servicio.

De igual modo dentro de casa o en el trabajo, para atenuar los malos actos como hablar mal de alguien, tener rencores y mentir, se ha de realizar una introspección profunda a fin de descubrir y resolver el origen de tal comportamiento, pues se debe tener más presente a Dios durante el Ramadán.

Un distintivo de este período del año, es la llamada “noche del destino” o también “noche de la medida o del valor”, conocida como Lailat al Qadr, en idioma árabe. El Corán dice que en esta noche especial en la que el arcángel Gabriel (quien le habría recitado a Mahoma las palabras del Corán) junto a los ángeles descienden del cielo, para traer la paz y la presencia divina al mundo.

Dado que no se precisa cuándo será la noche del destino, todas las noches son especiales.        (O)                       

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