60 años de la Revolución Cubana / Fausto A. Díaz López

Columnistas, Opinión



La noche del “Primero de Enero 1959”, Fidel Castro al frente de una columna de barbudos, entró en la ciudad de Santiago de Cuba, cuyas calles estaban repletas, de hombres, mujeres y niños; que eufóricos vitoreaban al héroe, que tras aguerridas batallas desplegadas para redimir a su pueblo del implacable dominio impuesto por Fulgencio Batista – presidente de Cuba – cuya dictadura estrangulaba las libertades, atropellaba los Derechos Humanos e imponía su ley con mano de hierro. El Dictador a esa fecha ya presentía que el poder se le escapaba de las manos, por lo que extremó el control de quienes consideraba grupos o personas sediciosas.

Buena parte del colectivo se imaginó que esta hazaña no llegaría a buen fin; por la desigualdad de grupos de combatientes y material bélico por lo que se suponía era una acción irrealizable; además, tomaban en cuenta que el grupo de revolucionarios contaba con un número inferior de combatientes mal armados y con armamento vetusto. Según las crónicas de la época, la lucha era desigual considerando la diferencia en número de guerreros y la capacidad bélica de los frentes antagonistas. Esta fue la razón para que grandes colectivos de América Latina apoyaran y vieran con buenos ojos la Revolución Cubana que en aquel tiempo despertó enorme simpatía, porque se creyó que esa conmoción que sufría la sociedad cubana, tenía como finalidad transformar la realidad socioeconómica de un país: “relativamente atrasado”. Este ambiente fue explotado por el líder de la Revolución, Fidel Castro, a quien le permitió implantar en ese pequeño país un gobierno de apariencia democrática que se convirtió en un caudillismo totalitario.

La Revolución Cubana “no tuvo raíces en ninguna crisis de carácter económico – social”, sino en el rechazo generalizado de la población que pugnaba por derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, quien en 1952 “ante la imposibilidad de ganar las elecciones había usurpado el poder de manos del presidente Carlos Prío Socarrás”. A esa fecha “Cuba mantenía una situación socio – económica relativamente estable, ubicándose por su desarrollo, como cuarto país latinoamericano”. Según Alberto Recarte: “a la fecha de la revolución el país no estaba hipotecado como lo estaban varios países en desarrollo, la renta por habitante era de $ 374 y su Balanza Comercial era positiva. No obstante, los problemas que tenía la Isla eran los comunes de América Latina y el Caribe: “una lenta tasa de crecimiento económico, monocultivo de la caña de azúcar que era la base del PIB; avasalladora dependencia de los EE.UU. en lo relativo a la inversión y al comercio. Cifras altas de desempleo y subempleo, lo que causaba desigualdades notables en los estándares de vida del pueblo de la Isla. (O)

(Fuente: Cómo el Kremlin se apoderó de Cuba, escrito por James Monahan y Kenneth O. Gilmore).


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