Violencia / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

Es espeluznante escuchar a diario en todo el país cómo las mujeres y los/as niños/as son las principales víctimas de toda forma de violencia. En días anteriores se conoció de un ataque sexual de hombres depravados que seguramente en sus vidas no existe la palabra “Dios y Ley”, porque probablemente no son seres humanos, son escorias diabólicas sin alma, sin corazón, sin conciencia, que por desgracia vinieron a este mundo por una mujer. Y que decir de los diversos ataques sexuales que no se reporta por pudor, prefieren callar en la mayoría de los casos. La violencia se ha convertido en un azote nacional.

Por otra parte, la violencia en el hogar es un fenómeno mucho más frecuente de lo que nos imaginamos, mujeres que son maltratadas por sus esposos o convivientes. Los niños que se crían en ese ambiente serán en el futuro los adultos que golpeen a sus esposas, compañeras, hijos y hasta sus padres. En forma permanente las diversas organizaciones promueven programas para erradicar la violencia de género -disertaciones, foros, conferencias, slogans, etc.- ¿Qué resultados hemos tenido a lo largo de la historia? ¿Podríamos decir que los indicadores de violencia han disminuido? Es cierto que la población crece, pero con ella ha crecido en forma exponencial la violencia hacia las personas más sensibles. Allí no está la solución.

No se necesita ser sabios/as, para encontrar la raíz del problema, conocer sus causas y los efectos. Hoy por hoy vivimos en una sociedad degenerativa en donde los valores morales, no cuentan, se estiman como formas de vida ancestrales, de viejos, que pasaron de moda. Ya nada tiene limitaciones de orden moral o legal. Las clases de delincuencia y pornografía que reciben los niños a través del cine, celulares, pantalla chica, no pueden ser neutralizadas por las débiles enseñanzas escolares y familiares. Y qué decir de los encargados del orden y control ciudadano, quizá señalarán que actúan hasta donde les permite la Ley. Leyes insensibles, débiles, que no garantizan la paz ciudadana.

¿Qué tragedia? Y que incoherencia. Leyes que favorecen a quien delinque, los honestos a la cárcel, los villanos a festejar sus fechorías. ¿En qué país vivimos, por Dios? ¿Cuál es el rol de la Asamblea Nacional? Acaso ¡estar pendientes de los intereses, personales, grupales y de tiendas políticas! Ser un Ring en el que se desenmascaran a diario actos de corrupción y con ello, medir fuerzas, para demostrar quien o quiénes son los más poderosos, los más honestos, los más iluminados. Estos sainetes vivimos a diario, porque no sabemos elegir correctamente a personas que estén lo suficientemente preparados/as para la función pública y que no tenga a su haber una mínima mancha de deshonestidad.

Permanentemente se dice, que es un tema de educación, de educar al niño para que mañana sea un ideal compañero social. Por esta razón se debe educar al ser humano para la vida facilitándole cada uno de los elementos que le ayuden a vivir en una sociedad sana, conforme a su dignidad de persona. La persona es un ser con sentimientos y pasiones, con inteligencia y memoria, con capacidad de discernimiento, con libertad para obrar el bien. Este es el cimiento para construir luego todo el edificio educativo. Esta educación es inmensamente respetuosa de la existencia humana. No hay otro camino. Debe recordarse que la violencia es una situación aprendida, no es innata. Si así lo fuera todas las personas serían violentas y ejercerían de la misma manera y en el mismo grado. (O)

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