Toda mujer es madre, toda madre es mujer / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

 

Revisando mi archivo personal me encuentro con unos pensamientos que hace algunos años les había escrito y compartido, en estos días dedicados a la madre.
Vuelvo a proponerlos a Uds., mis lectores para un meditación sobre el ser de la mujer y de la madre.

El dolor y los hombres sufrientes siempre caminan su vía crucis, al lado nuestro. «Siempre es viernes santo», dijera el escritor sacerdote Martín Descalzo. Los últimos momentos de la Pasión de Cristo, están marcados por la presencia misteriosa y significativa de la mujer.

La vida del hombre «aparece más dura», pero a lo largo de su caminar aparece la «presencia» de la mujer, madre, hermana, amiga, esposa y que hace más llevadera la existencia humana, no porque su vida es menos dura, sino porque su actitud es diferente y su identidad se tra¬duce en una manera de ser al lado del hombre. En el camino, último de Jesús aparecen las mujeres que van dejando sus sabias enseñanzas que se constituyen en bendición y en gratitud en el corazón del hombre consciente, serio y honesto.

«La mujer de Pilatos, que se la identifica como Claudia (Mateo 27, 19) manda a decir «No te metas con ese justo, porque hoy he sufrido mucho por él». Es ta presencia de la mujer que maneja «su sexto sentido». Parece que la mujer fue hecha para «prevenir» con su consejo, con su dolor, con su sufrimiento, con sus admoniciones. Muchas veces no sabe por qué lo dice, pero sabe que tiene que decirlo. El sexto sentido de la mujer es la expresión más sensible, de su corazón, porque ella, la mujer, nunca quiere que salga de su corazón un mal augurio, un mal deseo, «sueña sólo en el bien».

La «Multitud» de mujeres, es una especie de generalizar la presencia de la mujer en el camino del hombre (Lucas 23,27). A cuanto hombre te molesta la presencia de la mujer. El hombre ha inventado que hay asuntos «para hombres» y que no tienen que ver las mujeres. Hasta se llega a justificar equivocaciones graves del hombre diciendo «es que es hombre». Allí está la mujer sufriendo los errores de su compañero sea hijo, amigo, hermano, padre, esposo, mordiendo la ira y escondiéndola en sus lágrimas, en sus silencios, en sus esperanzas.

Hay en los últimos trechos del camino de Cristo, la presencia de las mujeres del descanso, de la serenidad, de la paz. Cristo, según el evangelio de Juan (cap. 11-12), sus tres últimos días pasó en Betania, ciertamente en casa de las hermanas de Lázaro.

Martha y María representan el corazón tierno de la mujer, necesario para derrotar los estíos, los inviernos, las derrotas, las preocupaciones del hombre. Es el corazón de la mamá, de las amigas verdaderas, de hermanas, de la mujer en general el nuevo «seno» donde uno puede reclinar la cabeza, tras de una derrota, luego de una frustración.

Y desde ese corazón se siente salir fortaleza, se bebe nuevamente esperanza y el camino se vuelve expedito porque hay que seguir caminando, hay que seguir dándole a la lucha.

Pero ¿qué decir de la actitud de María de Betania?, escandalosa ¿verdad?. Toda mujer se convierte en «perfume» que suaviza, con sus comportamientos, la aspereza del hombre. Un hombre que no se rinde ante la ternura de una mujer, está fuera de la circulación. Cuántas esposas, madres, amigas, hermanas, alcanzan el bien del hombre, a través de su suavidad, de sus delicadezas, de su ternura (Juan 12,lss).

Llegados al Calvario, aparece la figura austera y noble de Maria, la Madre de Jesús, de María la Magdalena, de María la Madre de Santiago y de José, y de la madre de los Zebedeos (Mateo 27 ,25). Ellas tienen que ver con Jesús, por su relación maternal. Cada una de ellas es de alguna manera «madre» de Jesús, y el amor que le expresan no es una simple compasión, sino un profundo amor de madre.
Mujer y Madre son dos realidades que se necesitan. No hay mujer que no sea madre, y no hay madre que no sea mujer.

Al final de la historia de Jesús, aparece al pie de la cruz, la mujer-Madre y Cristo pide al “hombre (Juan) que la reciba en su casa (Juan 19,25). Que este martes santo nos recuerde a los hombres, que somos nosotros la casa de la mujer, nuestro corazón tiene que ser su hogar.

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