Trascender a la muerte/ Gabriel Morales Villagómez

Columnistas, Opinión

 

Sólo a través de la muerte entendemos y podemos darle sentido a la vida. El saber y aceptar que somos finitos nos humaniza, la muerte nos hace verdaderos seres humanos, “mortales”. El entender que tarde o temprano terminará nuestra existencia nos permite comprender cuáles son nuestras limitaciones y  medir y frenar nuestros comportamientos.

Sería absurdo pensar en una vida terrenal perpetua, sin miedos, sin fracasos, sin triunfos, una monotonía, una deshumanización del hombre, vivir y nada más, por eso la muerte y el dolor son intrínsecos a los seres humanos, también la esperanza de que habrá algo mejor, porque todos sin excepción deberemos partir de este mundo terrenal y trascender al más allá.

La creación es perfecta, las personas han sido creadas a imagen y semejanza de Dios, criadas para estar en equilibrio perfecto con el universo, con la naturaleza, con la madre tierra, con el micro y macro cosmos.

La vida y la muerte siempre van unidas. ¿Quién puede decirnos que estamos vivos o muertos? ¡Nadie!. Es el espíritu el que vive en nosotros. Tarde o temprano volveremos a la tierra, porque tenemos unidad corpórea prestada, somos materia y esencia. Por más que nos adhiramos a lo material, por más que nos llenemos de colores y vanidad, por más que ocultemos nuestros rostros con maquillajes y colores, por más que acumulemos poder y bienes materiales, volveremos a la tierra mineral, porque somos parte de ella. Esa es nuestra temporalidad terrena, todo es relativo, todo  es efímero, un día de sosiego, un minuto para llorar, un ser feliz en sesenta segundos, o un año de morir todos los días segundo a segundo, una vida de tristezas, de alegrías y de gozo. 

El libro de la Sabiduría (4,7) respecto a la muerte nos recuerda: “El justo, aunque muera prematuramente, hallará descanso; porque la edad venerable no consiste en tener larga vida ni se mide por el número de años. Las verdaderas canas del hombre son la prudencia y la edad avanzada se mide por una vida intachable. Cumplió la voluntad de Dios, y Dios lo amó.” 

Muchas personas y comunidades celebran la muerte de sus miembros como si fuera una ganancia, una fiesta, y van a su despedida vistiendo sus mejores atuendos, comen, departen, festejan, ríen en la postrimería del difunto, porque saben y están convencidos que la muerte es una ganancia, el fallecido ya ha partido  y ha sido conducido al reencuentro con el señor y eso por sí mismo es grandioso, hay que celebrarlo. 

Cuando alguien muy cercano muere nos duele sobre manera y tratamos de buscar explicaciones, culpar a la vida, a Dios y a los demás, por nuestra desgracia, más debemos tomar en cuenta que Dios tiene un plan reservado para cada uno de nosotros, nuestra vida no nos pertenece, pertenece a Dios y aunque nos duela mucho la partida de un ser querido, debemos aprender a entender los planes de Dios, para cada uno de nosotros y a seguir adelante.

Por tanto hay que vivir la vida como si fuéramos a morir mañana. Tratar de enfrentar la muerte como una cosa natural, como una ganancia, mientras tanto, luchemos por ser felices, que al final el balance de nuestra existencia sea positivo, que cuando tengamos que partir estemos preparados y hayamos vivido la vida en toda su intensidad y de la mejor manera, para poder trascender al más allá material y espiritualmente. (O)

   

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