Reflexión sobre realidades políticas (2) / Fausto A. Díaz López

Columnistas, Opinión

De tiempo en tiempo se altera el sosiego en la vida de los pueblos, por la presencia de catástrofes telúricas, pandemias que no sólo diezman a la población sino que además, deforman el entorno y alteran las buenas relaciones de sus habitantes. También desde épocas remotas, existe otra clase de pandemia que no es producida por virus natural; sino por un conjunto de ideas que se juntan en un credo que predicado por un caudillo adoctrinan a un pueblo y se entronizan en el poder. Una vez en él, ponen en práctica sus desvaríos y prédicas demenciales, que vigentes en una sociedad causan más destrozos que un terremoto. Recordemos al nacismo, al fascismo, al franquismo, al estalinismo y ahora a la dictadura de Corea del Norte. Sin que importe el color del dogma, los mecanismos de dominación de los pueblos y la lucha por perpetuarse en el mando siempre han sido los mismos.

Empecemos por relievar el precio que significa para los pueblos la introducción de un nuevo régimen de gobierno, que comienza afirmándose con un ideario novedoso, acompañado de una retórica encendida y un grupo de segundones que hacen el corro al caudillo y que están tan fanatizados, que se muestran dispuestos a ofrendar sus vidas para defender doctrinas que no conocen y peor entienden. Usando estas metodologías, varios países latinoamericanos han caído en sus redes. El primero fue Cuba que tras más de 5 décadas de sometimiento y pese a que ya falleció el dictador no existe aún un indicio de que se producirá un cambio de régimen político.

Otro de los países fuertemente golpeado por esta clase de regímenes, es Venezuela. El pueblo llanero gozaba de un buen nivel de vida; hoy su existencia raya en la miseria. El dogma, la testarudez y la incapacidad para administrar la cosa pública tienen a esa nación al borde de la indigencia. La carencia de medicina y productos de uso diario han obligado a los venezolanos a cruzar la frontera para proveerse en Colombia de lo necesario. Pese a esta evidencia, los demagogos internos y externos por afinidad ideológica defienden este desgobierno.

¿Cómo lograron sembrarse en el poder estos nuevos dictadores? Aprovechando el desconocimiento y la ceguera de los pueblos. Debilitando o eliminando la institucionalidad; violando la Constitución y atropellando las leyes; persiguiendo incluso con la ley a adversarios y críticos; dividiendo a la sociedad entre buenos y malos; ahondando resentimientos ancestrales, escondiendo la verdad para no acentuar el descontento y utilizando nutrida propaganda en la televisión para asegurar que su gobierno usufructúe el espacio ganado a la inoperancia y mediocridad. (O)

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