¡Ser Maestro! / Mirian Delgado Palma

Columnistas, Opinión

Es preciso destacar que a Grecia se lo identifica como la cuna de la civilización humanista, nación en la cual florecieron eminentes maestros, allí es donde surge la preocupación de formar al ser humano con sabiduría como si se tratase de una obra de arte. La figura del maestro en la antigüedad, nace por la necesidad de ir ganando terreno en el conocimiento a través del proceso educativo. Se dice que entre los griegos, la educación no era concebible sin la presencia respetable del erudito maestro, considerado como máximo guía y conductor de la sociedad. Por esta razón, tanto la cultura griega como la romana se sustentó en la acción educativa de los grandes maestros de la humanidad: Platón, Aristóteles, Cicerón, Marco Aurelio, Homero, Sócrates, por citar algunos.

Simón Rodríguez, destacado pedagogo, escritor y político venezolano, define al MAESTRO como “dueño de los Principios de una CIENCIA o de un ARTE, sea liberal, sea mecánico y que transmitiendo sus conocimientos sabe hacerse ENTENDER y COMPRENDER con gusto. ¡Es el Maestro! por excelencia, si aclara los conceptos y ayuda a estudiar, si enseña a aprender, facilitando el trabajo ¡si tiene el DON! de INSPIRAR a uno, EXCITAR en otros el DESEO de SABER…”
Según esta acepción semántica y de otros autores que son coincidentes con los elementos resaltados, nos transporta a identificar la esencia de su misión y compromiso de “Ser Maestro”, en el que prevalecerán no sólo el conocimiento profundo de las ciencias de su especialidad; el modo de hacerlo, de llegar y transformar; sino, sobre todo, la práctica de los valores vivenciales que tenga coherencia entre lo que dice y hace, lo que exige y da. Tener fe en lo que hace y en lo que espera. Ser competitivo, visionario y excelente.

Su vida, debe ser un modelo de virtudes humanas, mismas que serán espejo de sus discípulos. Su corazón será el motor que vibrará con pasión y devoción para edificar la obra humana que Dios puso en sus manos. Su sabiduría se erigirá como una antorcha que ilumine los caminos hacia la cima de los saberes y el bien; por el dominio del conocimiento y fuerza moral que brotará de su experiencia y autenticidad. En su largo recorrido deberá constituirse en un verdadero acompañante y no un protagonista; de esta manera, estaremos formando personas íntegras que mañana se inserten en las actividades sociales, políticas y económicas, con elevada ética cívica y moral, que contribuya al desarrollo integral de la sociedad del futuro.

No cualquier persona puede ser maestro, con gran preocupación se observa que esta noble profesión se ha convertido en ciertas instituciones educativas con posturas mercantilistas, y que cualquier individuo desaprensivo se dice “Ser Maestro”. La calidad de maestro es una vocación que nace con la persona, se perfecciona en el tiempo y hace de su aptitud un ministerio, el que merece incondicional reverencia, filantropía, respeto y modestia hacia la ardua y delicada tarea de enseñar a aprender. No se tome vocación por inspiración, ni el hambre por llamamiento al Magisterio. Se requiere una permanente formación didáctica que es la disciplina científico-pedagógica para el ejercicio de la práctica de enseñanza-aprendizaje. El maestro sabe que está en juego una vida, y eso entraña una gran responsabilidad ética, moral, política y humana.

LOOR A LOS MAESTROS EN SU DÍA. (O)

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