Los criollos de Quito en el río revuelto de 1809 / Pedro Reino

Columnistas, Opinión

 

Hablemos de la insurrección criolla de Quito de 1809, liderada por la aristocracia “intelectual”. No nos han contado casi nada los historiadores, sobre ciertos antecedentes, que seguramente habrían recurrido a la memoria de Pío VII cuando fue arrestado por Napoleón, quien invadió la “ciudad eterna” en febrero de 1808:

 

“Pío VII recordaba bien lo que le había ocurrido a su predecesor, Pío VI, cuando en 1797 los ejércitos revolucionarios franceses invadieronItalia, detuvieron al pontífice y lo deportaron a Francia. Allí falleció tres años más tarde. Tras ello, un puñado de cardenales lograron reunirse en Venecia y escogieron al cardenal Chiaramonti, pariente lejano de Pío VI, como nuevo papa con el nombre de Pío VII. El nuevo pontífice parecía en sintonía con los nuevos aires revolucionarios, pues cuando aún era cardenal había pronunciado una homilía de Navidad en la que afirmó: «Las virtudes cristianas convierten a los hombres en buenos demócratas […] la igualdad no es una idea de filósofos, sino de Cristo […] Y no debéis creer que la religión católica está contra la democracia».

 

Este capítulo puede continuar según la bibliografía europea. Lo que resulta de aporte y que me ha motivado este comentario viene de mi lectura del libro del historiador quiteño Javier Gálvez, titulado “Luces de Agosto”, publicado en 2013, bajo su propia responsabilidad, lo que significa que (incluyéndome) va contra corriente.

 

Miembros de la Junta Soberana de Quito, luego de haber notificado al conde Ruiz de Castilla de su destitución, fueron a los cuarteles para que los soldados repitieran el siguiente juramento: “Juro por Dios y por la cruz de mi espada defender a mi legítimo Soberano Fernando VII, sostener sus derechos, mantener la pureza de la Santa Iglesia Católica Romana y obedecer a las autoridades constituidas” (Gálvez). Sabemos que el obispo caleño Cuero y Caicedo, fue el Vicepresidente de la Junta Soberana. ¿Pensaría en el Rey o en el Papa, Rehenes de Napoleón? Se dice que los gritos de los quiteños eran: “Que viva el Rey, que viva el Papa y viva la Patria”. La iglesia sabía que restituido el Rey, el Papa volvía a su lugar. Pero viene inevitable otra pregunta: Si nos estábamos independizando de Napoleón, ¿Por qué la masacre del 2 de Agosto a cargo de los realistas? ¿Eran napoleónicas las autoridades  en América?

 

Desde un comienzo las élites intelectuales de la “independencia” tuvieron dos posiciones claras respecto a sus intereses. Los montufaristas querían una independencia moderada, con sueños de monarcas en América, supuestamente fieles a Fernando VII que desde España les daría cobijo. No olvidemos que Juan Pío Montúfar es el Marqués de Selva Alegre. Los Sanchistas querían ser más radicales y propiciaron la idea de romper totalmente con el poder Ibérico. ¿Por qué tanta soberbia de estos? Pues porque también eran nobles: Eran los marqueses de Villa Orellana, rivales en el poder económico y en el de aristocracias. Los de Villa Orellana tenían en su historial tanta fortuna que hasta ofrecieron préstamos al Rey para defender Cartagena de los invasores ingleses. Eran dueños del Cerro de Oro de Zaruma y de tantas haciendas en la Sierra quiteña (ecuatoriana), desde Otavalo hasta Loja, que habrían visto su oportunidad de ser dueños absolutos de su imperio. En todo caso, con sanchistas y montufaristas, el pueblo seguía igual en su condición de gente de servidumbre y de contribuyentes explotados. Frente a esto, volvieron los “realistas” que no era sino el mero  aparato del poder, y los aplastaron a los dos, hasta que llegó Bolívar. Sucre se casó con una marquesa familia de los Orellana y Flores con otra de la misma parentela. (O)

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