Las incoherencias revolucionarias / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

 

Una de las muletillas más usadas por el Socialismo del Siglo XXI y sus representantes ha sido aquella de la libre determinación de los pueblos y consecuentemente la no injerencia de otros países en asuntos internos. Hay que respetar la soberanía de cada nación porque sus decisiones son libres de cualquier intromisión imperialista, han repetido una y otra vez hasta el cansancio. Y no falta ocasión para hacer notar públicamente, ese, que se ha convertido en su principio rector. Tal es así que a la menor provocación, los presidentes de esos países socialistas saltan cual fiera herida en defensa de su patrimonio más sagrado: la mentada soberanía nacional.

Ya basta de vernos como el patio trasero del imperio. Nunca más sometidos. Gringos go home. Métanse en sus asuntos, son entre muchos otros los argumentos que esgrimen, y que para variar los condimentan con una buena dosis de histeria e histrionismo, haciendo parecer su severa advertencia como muy resuelta y determinante, llegando con bastante frecuencia incluso al insulto fácil y vulgar.

Las dictaduras de los Castro en Cuba, Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua, son claros y muy cercanos ejemplos de la puesta en práctica de estos recursos populistas. Nadie duda de la brutal crisis humanitaria que ahora mismo viven estos países y sin embargo no aceptan la intervención foránea para tratar de resolverla en conjunto. La gente mata y muere allí diaria e inmisericordemente, pero no dan cabida para sentarse a conversar y buscar soluciones. En cualquier caso, el impedimento siempre será ‘la libre determinación de los pueblos y la no injerencia en asuntos internos’ (LDP). En otras palabras, son pueblos destrozados que han caído en el hoyo más oscuro y profundo del autoritarismo, el desgobierno y la corrupción, pero eso sí, muy soberanos.

Alguien podría decir que esto es consecuencia del profundo resentimiento social en el que viven esos líderes que anclados al pasado no quieren ver el presente y futuro con una visión más global, integradora y optimista; pero no, no es ese resentimiento (que seguramente lo tienen) lo que les hace actuar así, en el fondo es simple y burdo populismo barato y otro tanto de oportunismo salvaje; sino, cómo entender, por ejemplo, la incoherente reacción de Nicolás Maduro, uno de los presidentes que más usa el recurso de la LDP, quien no dudó un segundo en cuestionar duramente la decisión soberana de la justicia ecuatoriana de imponer medida cautelar de privación de libertad al expresidente Rafael Correa por un caso de secuestro. Ahí, ¿en dónde quedó la tan cacareada LDP; por qué no se quedó callado y aceptó con hombría de bien nuestros asuntos internos; por qué obliga a unos a no meter sus narices en Venezuela, pero él sí puede hacer con la suya lo que le venga en gana en Ecuador; por qué critica acciones injerencistas en su país y él hace lo propio en el nuestro?

Esta es sólo una más de las tantas incoherencias revolucionarias socialistas. (O)

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