El siglo de la ansiedad / Kléver Silva Zaldumbide

Columnistas, Opinión

 

 

 

Se estima que nuestra mente tiene más de setenta mil pensamientos cada día durante las horas de vigilia, algo hace que un nuevo pensamiento penetre en nuestra conciencia y luego salga para dar paso a otro. El problema no radica en la enormidad del número sino en que, a veces, tendremos esencialmente los mismos setenta mil pensamientos que tuvimos ayer, antes de ayer y así por el estilo en una frenética colmena de actividad con los mismos pensamientos que se repiten interminablemente, un verdadero diálogo interior, una suma de creencias, de circunstancias  que nos van transmitiendo nuestro entorno, las  personas, las relaciones, la  política, la historia, el sexo, los delincuentes, nuestros hijos y sus colegios, nuestras enfermedades, el consumismo absorbente con su influencia e imagen importada, la televisión, el mercantilismo y sus inventos, la tecnología, la primacía que se otorga a todo lo material dejando de lado la espiritualidad, la espontaneidad, la verdad, la bondad entre otras.

Ante todos estos antecedentes es menester tener conciencia de la responsabilidad que debemos asumir sobre nosotros mismos y sobre nuestra salud, tanto mental como física, liberándonos de falsas creencias y supersticiones acerca de nuestro destino para no agobiarnos, ya que es el fatalismo lo que invade al hombre para tener esa fuerza negativa centrífuga de escape, un cierto rasgo neurótico de huida de la sociedad actual. El autor F.C. Weinke en su libro: “El estado nervioso, achaque de nuestro tiempo” afirma que es el ritmo de nuestros días lo que provoca la enfermedad de nuestros hombres, el vertiginoso ritmo de nuestras vidas lo podemos concebir como un intento de auto anestesia. El hombre huye de la soledad, de un vació interno y en su huida cae en su desorden con un sentimiento de falta de objetivos y con vacío existencial, de una falta de sentido de la vida. Pero esto se escribió en 1953 y entonces podemos ver que la neurosis del tiempo no es una cosa reciente ya que el famoso sociólogo Hendrick de Man advierte: “que a partir de un determinado límite no se puede activar impunemente el ritmo de vida”, comprobando así, en cierto modo, que estas profecías y estos escepticismos son totalmente falsos.  ¡Qué razón tenía Dostoievsky cuando definía al hombre como el ser que se acostumbra a todo!  Estudios han comprobado claramente que este sentimiento se apodera hoy en día de la mayoría de personas como método para amortiguar sus frustraciones, la insatisfacción, el no ver realizado su deseo de sentido sin saber hacia dónde va, y, mientras menos se plantea cuestiones o una meta en su camino, tanto más acelera el paso al recorrer con prisa ese camino, sin saber a dónde lo conducirá.

Se dice que vivimos en el siglo de la ansiedad, de las auto acusaciones, de la auto alienación, de un enfermizo sentimiento de culpabilidad, de falta de asertividad, de insatisfacción, y no tomamos en cuenta que lo más importante es considerar siempre que tal vez nuestros problemas, nuestros conflictos no sean tan graves, o quizás solo estén en nuestras mentes (“me sentí muy mal por no tener zapatos…hasta que vi a alguien que no tenía piernas”). Es necesario buscar una paz interior, fomentar ese compromiso sincero para quienes conforman nuestro entorno afectivo, brindar felicidad y no preocupación a los que nos quieren (pareja, hijos, padres, hermanos, etc.), es decir, sentirse bien con uno mismo, lo que se refleja en nuestra conducta, en nuestros actos, en la forma de mostrarnos a los demás y al sentirnos bien consecuentemente podemos hacer que se sientan bien los demás. (O)

 

Medicina Integrativa Oriental

 

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