El peso de la ambigüedad / Mario Fernando Barona

Columnistas

Por lo general, en la vida hemos de procurar ser directos, claros y precisos, las ambigüedades pueden traernos complicaciones. Sin embargo, hay escenarios que requieren aún más concreción y detalle. La política, por ejemplo, no puede darse el lujo de andar con rodeos, nada hay más serio y respetable que una persona coherente, consecuente e íntegra, bueno, al menos eso en teoría, porque en la práctica bien sabemos que hoy por hoy la política se ha convertido en el fino arte de escamotear la verdad, confundir y salir bien librados gracias a una buena dosis de astucia y verbo.

En 1957 cinco misioneros intentaron hacer contacto con los waorani, pero cometieron un error muy grave, entablaron un primer contacto muy ambiguo. Desde el aire, una enorme águila de acero con mucho ruido, les lanzó fotografías en blanco y negro de los mismos misioneros en actitud que podía haberse entendido como amistosa. Pero olvidaron que aquellos pueblos jamás habían visto nada bidimensional. Los waorani recogieron del suelo las fotos y miraron detrás de los rostros para tratar de encontrar el resto de las personas. Al no ver nada, se asustaron y concluyeron que eran cartas de visita del diablo, y cuando los misioneros aparecieron, rápidamente procedieron a asesinarlos con lanzas.

Tal vez si habrían lanzado comida, quién sabe, posiblemente la historia habría sido diferente, la comida siempre es un gesto que habla más directa y concluyentemente de amistad, de cercanía, de paz.

Así como a los misioneros les costó caro (pagaron con sus vidas) el craso error de ambigüedad, igual a nosotros en la vida diaria puede también afectarnos el no ser directos. Aunque como en todo, ustedes saben, la excepción confirma la regla, y muchas veces, sobre todo en relaciones interpersonales, la diplomacia y la discreción juegan también un papel crucial al decir lo mismo sin afectar sentimientos y relaciones de terceros cuyo alejamiento podemos lamentar.

Pero no cuando se trata del manejo de la cosa pública. Los políticos deberían evitar en todo momento y en todo lugar ser imprecisos, justamente porque están a cargo de administrar algo que no les pertenece de manera particular, y porque hacerlo podría interpretarse como cálculo y juego de intereses que terminarían contaminando su imagen y credibilidad. Sí, esa ambigüedad populista les costó caro, desde un pájaro muy ruidoso al que llamaron revolución, nos lanzaron promesas en dos dimensiones que fueron el mismo diablo en blanco y negro, hoy, las lanzas de la justicia y la verdad atraviesan sus cuerpos. (O)

Mail: mariofernandobarona@gmail.com

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