El Arte de Bendecir / P. Hugo Cisneros C.

Columnistas, Opinión

Vivimos todavía los sentimientos de bendición del día de ayer. Quiero compartir una lectura que hiciera hace algún tiempo de un libro titulado “El arte de bendecir” para que siendo bendición ofrezcamos bendición a todos y así seamos constructores de la paz, porque este don y tarea tiene que salir de lo más íntimo de nuestro interior, del corazón.

Bendecir es desear lo mejor al otro. Para que dicha bendición tenga efecto, sólo se necesita dársela, sin importarnos que el destinatario lo reciba o no, pues la bendición es como el agua que cae del cielo, tiene efecto sólo porque sale del cielo y viene cargada de bien. Por eso podemos “bendecir a todos”, a los amigos, a los enemigos, a los conocidos, a los cercanos, a los lejanos. Hay una seguridad que “tarde o temprano” dicha bendición hará su efecto en la persona o circunstancia a la que se bendice.

Claro que para que la bendición salga de nosotros con toda la carga de bien a favor del otro a quien bendecimos es necesario que nuestro interior esté sano, esté limpio, esté lleno de amor, pues sólo el que tiene corazón sano, limpio y lleno de amor, a través de la bendición genera bien, tarde o temprano, para el destinatario.

La bendición no gratifica al que da, simplemente sale de él y a largo plazo dará su fruto. Cuando uno bendice está contribuyendo a que las personas, los acontecimientos vuelvan a su armonía original, a su bondad inicial, a su equilibrio primitivo, el de la creación. Que diferente sería el mundo habitado con gente que bendice y es bendecida.

La bendición que uno da compromete a seguir luchando por un mundo diferente, por un comportamiento ajustado a las leyes espirituales que rige la vida de los hombres. La bendición que uno da es recibida, se vuelve en fortaleza para ir construyendo un mundo de paz cimentando en la justicia, en la libertad, en el amor y la verdad.

La bendición dada y recibida nos hermana, hace que los derechos de las personas sean respetados y los deberes fundamentales sean cumplidos. Un hombre-mujer que bendice y que es bendecido no tiene otra alternativa que contribuir para el bien del otro, a quien bendice, que ser honesto, responsable, serio.

Es mucho más grande, inmensa y misteriosa la bendición cuando, a través de nosotros sale de Dios, porque el deseo de todo bien, sale pleno, rico, puro y exclusivo para el que la recibe. (O)

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