Comunicación sin Superintendencia / Editorial

Editorial, Opinión

 

Finalmente se concretaron los cambios a la comunicación que se reclamaban en el Ecuador. Eliminada la nefasta Superintendencia de Comunicación se suprime en gran parte la persecución a los medios de comunicación y a los periodistas. Nunca debió existir un organismo como el que se creó en el correísmo, que actuaba escandalosamente como juez y parte en lo que consideraba de interés público. Y menos aún debió haber sido dirigido por un descalificado personaje servil al poder de turno que, afortunadamente, ya no aparece más.

La comunicación y el periodismo deben transitar entonces más tranquilos y con más libertad. Limitados, por supuesto, por los límites que siempre han respetado o que siempre debieron respetar como es el derecho a la honra de las personas, la seriedad y profesionalismo, la veracidad y las buenas costumbres.

Quien se crea afectado por alguna falla o ataque sin razón en algún medio de comunicación o a través de noticias erróneas tiene todavía las instancias judiciales pertinentes para exigir reparaciones y rectificaciones, como en todo país desarrollado y equilibrado. Las leyes y los jueces son los garantes de los derechos de los ciudadanos y, alertados por cualquier abuso, tienen la faculta de actuar.

Se debe tener especial cuidado, sin embargo, en las extintas funciones de la Supercom sigan vigentes en otras instancias como la Defensoría del Pueblo. Eso no se puede permitir. (O)

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