Casas de Acogida /Editorial

Editorial, Opinión

Desde tiempos inmemorables, la tradición de la Iglesia, a través de las Comunidades religiosas en el mundo, ha sido la ayuda a la gente desvalida, sin recursos económicos y atropellada en sus derechos que, en todos los tiempos, ha tenido presencia en todos los confines de la tierra.
En la actualidad, la población que sufre extremada pobreza, que no tiene para comer y busca desperdicios en los basurales, que tiene conculcados sus derechos, que vive en condiciones inhumanas en cuevas y en lugares inmundos, representa millones de personas a nivel mundial. El problema no es exclusivo de países pobres y tercermundistas. Las naciones poderosas cargan este peso, sin que hayan logrado superar este problema.
Este flagelo afecta a todos los países, con diversa afectación numérica, pero con similares resultados sociales. Cuántas declaraciones, cuántas reuniones han habido a lo largo de los años para encontrar soluciones, pero todas se han estrellado ante la lacerante realidad.
En las páginas de EL HERALDO se ha publicado una grata noticia que, cuando se convierta en realidad, será un gran aporte a favor de los privados de la libertadde y sus familias. La Comunidad Mercedaria tiene ochocientos de existencia años en el mundo con grandes realizaciones religiosas y sociales.
El Director de la escuela La Merced de Ambato expresa que, de acuerdo con las enseñanzas del Evangelio, dan asistencia espiritual, sicológica y humana a los detenidos y que construirán albergues para las familias que lleguen a visitarles, con alojamiento y alimentación.

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