Candidatos que bailan, nos hacen bailar / Mario Fernando Barona

Columnistas, Opinión

 

De la misma forma como se mide el nivel cultural de un pueblo, esto es, de acuerdo a la cantidad de horas semanales per capita destinadas a leer (el primer lugar en el mundo corresponde a la India con más de diez horas – semana por persona), me atrevería a pensar que bajo el mismo principio podríamos determinar el nivel de cultura política de un pueblo en virtud de la cantidad y calidad de candidatos -buenos y malos- que se postulan para cualquier dignidad y su consecuente aceptación popular. Eso quiere decir que si se presentan a elecciones varios candidatos cuyo único mérito es ser figuras de la televisión o del deporte o de la farándula, y ganan, ese pueblo está condenado al fracaso; en cambio, si a más de ellos se postulan también candidatos probos, íntegros, estadistas y honestos, y son ellos los que ganan, ese país estará enrumbado por el camino correcto, porque claramente el pueblo ha rechazado en las urnas a aquellos farsantes, oportunistas, populistas e improvisados.

 

Lamentablemente esto último es poco menos que una quimera, porque, digámoslo claro, la cultura política en el mundo entero y particularmente en Latinoamérica es aún bastante bajo. Por un lado, el grueso de la población poco o nada se interesa por los problemas que le aquejan a su nación, no hay un compromiso fuerte, serio y directo para resolverlos, de hecho, en países como el nuestro, donde la pobreza campea por los cuatro puntos cardinales, la mayoría de la población puja diariamente por sobrevivir, esa es su mayor preocupación, qué le va a interesar entonces estudiar al mejor candidato, simplemente va obligado a votar por aquel con rostro y nombre popularmente conocido. Y por otro, esos mismos pícaros (candidatos y agrupaciones políticas) hacen el ridículo con conocimiento de causa, y no les importa, para eso se llenan la boca de ‘pueblo’.

 

Larga es la lista en el Ecuador de este tipo de candidatos, que auspiciados prácticamente por todas las tiendas políticas, se aventuran en la lid electoral y salen triunfantes. Ahora mismo, dos exarqueros de equipos populares de la costa, ya son pre candidatos a altas dignidades en el Guayas, uno de ellos, Carlos Luis Morales, con el mayor desparpajo del mundo salta de una orilla a otra y hace gala de sus camisetazos políticos, como si la convicción ideológica y su propia imagen no merecieran respeto. Y la verdad que no la merecen, porque él mismo ya confesó hace pocos días en el programa Castigo Divino, que antes que su conciencia tranquila prefería seguir recibiendo diez mil dólares mensuales como presentador de noticias en TC, y que de paso, dijo, se sentía mal pagado.

Pero este es solo un par de los innumerables casos en los que las pretensiones personales y la vanidad superan a la vergüenza y la razón.  Pobre mi Ecuador, de tumbo en tumbo, al propio estilo farandulero: bailando y haciéndonos bailar. (O)

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