Algo de adiós existe en lo nuevo / Dr. Guillermo Bastidas Tello

Columnistas, Opinión

“No pocas veces ya he dicho adiós; conozco las horas desgarradoras de la despedida.” Friedrich Nietzsche.

En cada año nuevo, la bienvenida, la despedida y el hasta siempre, muestran una concatenada y prolija continuidad, tocada siempre de una mágica barrera entre lo real e imaginario, entre lo mítico, fabuloso y ficticio; aunque nos parezca raro en el origen del año nuevo está el adiós del año viejo.

Muchos por coincidencia o precaución al final del año nos topamos con un aumento de la presión arterial, un incremento de la glucosa, colesterol, una masa en la axila, un tumor en las glándulas mamarias, testículo o vientre. Que pena no, que condena, que lástima, que karma para cargar el próximo año.

El comienzo de cada año, el inicio de cada evento de la vida, así como el nacimiento de cada uno de nosotros es, a su vez, un origen de la muerte, una bienvenida al final que nos ofrece un adiós.

Adiós al útero materno, adiós al cordón umbilical. Un adiós a la escuela, al colegio, a la universidad, al internado rotativo a la medicatura rural, a los amigos de la comunidad, un adiós a la abuela, al gran amigo que fallece de infarto agudo o de cáncer de colon, un adiós a nuestra mascota. Un adiós que va dejando huella y un dolor de ausencia.

Un Adiós con un sin número de nombres y apellidos; un adiós con varias fechas y circunstancias; un adiós con gritos y saltos, un adiós con llantos y lamentos; un adiós con gratitud y desagradecimiento; un adiós con recuerdo y olvido.

Un adiós escrito con letras y palabras, con silencios y pausas, con suspiros y sollozos, un adiós escrito con odio con rencor y antipatía.

Un adiós que siempre buscó un primer encuentro.  Un adiós que nunca se imaginó que era el preámbulo de un primer beso o el primer síntoma de una grave enfermedad.

“No hay beso que no sea principio de despedida; incluso el de llegada”. George Bernard Shaw.

Cada saludo, sin lugar a duda conlleva a una despedida presagiada, puesto que no hay saludos hasta el infinito o por los siglos de los siglos, a un saludo le seguirá ineludiblemente un adiós que llegará.  El adiós está preanunciado, desde el principio de los días y, sin embargo, cada año nos sorprende, nos toma elevados, nos lastima, nos pesca con las manos en los bolsillos.

Y es que el inconsciente, según la formulación freudiana, es atemporal. Sin tiempo no hay fin: el pasado, el presente y el futuro se evaporan, se confunden. Eso permite entender por qué hay adioses que llaman a todo, menos a una despedida, que nos duelen porque pensamos que somos eternos y sin fecha de caducidad.

El año nuevo es entonces una mezcla de vida y muerte; despedirse para reinventarse, desprenderse para agarrase de algo nuevo, olvidarse del rol actual para reinterpretarse, y si se trata de repetir el acto, repetir con claras diferencias y rasgándose las vestiduras.

Año nuevo, vida nueva, pareja nueva, trabajo nuevo, interior nuevo; los objetos perdidos en el año que termina han dejado huella, los sujetos amados a veces han dejado un trazo de una ausencia que a pesar que marca y sella nos hacen falta. Perdidos en el año viejo de todos los tiempos con diferentes actores nos encontramos con el adiós a uno mismo, al paso de la vida, el adiós del Otro y del otro, el adiós del amor, del cariño, de la ternura y el adiós de la muerte.

Un adiós con cara de encuentro, desencuentro, encaje, esperanza, vida, muerte, seños, pesadillas.

Cuántos estaremos el otro año despidiendo al año que hoy se termina virtualmente, quiénes estarán cerca a nosotros, quienes se habrán alejado, quienes se habrán ido, quienes no habrán cumplido sus promesas.

QUIENES RECORDARÁN QUE DE ALGO DE ADIOS EXISTE EN TODO LO NUEVO.

FELIZ AÑO VIEJO Y PROSPERO AÑO NUEVO. HASTA SIEMPRE. (O)

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