Acúsome Padre (II) / P. Hugo Cisneros

Columnistas, Opinión

 

Es frecuente, en mi práctica pastoral de administración del sacramento de la Confesión, escuchar de los que se acercan en busca de un encuentro misericordioso con Jesús: «Acúsome Padre que tuve iras mortales…”Es mucho más frecuente, en la consulta pastoral ver llegar a personas cargadas de iras, de rabia y es duro escuchar: “ya no puedo más…”me han llenado de iras”.
¿Qué son las iras? Sin caer en una definición académica creo que LA IRA es un estado negativo del espíritu del hombre. Es un “destiemple espiritual” y que se expresa en diversas manifestaciones somáticas y conductuales externas que preocupan y casi siempre dañan a los demás.

Cuando mi interior se encuentra desordenado se convierte en fuente “natural de iras”. No consigo lo que pretendo y fruto de dicho desorden, me “descompongo espiritualmente”. Cuando “pierdo el horizonte y las metas que persigo” cada cosa me parece que está fuera de puesto, son inoportunas, son “de gana”, entonces siento que me “reviento”. Cuando, los otros “no hacen caso a lo que digo, a lo que hago, a lo que insinúo”, me molesto, no insisto, me callo y hasta lloro de rabia.

Cuando veo que mis sueños, mis ideales resultan difíciles de alcanzarlos y siento que los obstáculos son muy grandes y a veces insuperables, entonces, me sacudo, arrojo lo que tengo en manos, grito y hasta me violento con el que está de paso. Cuando no me ha ido bien en la digestión, los “rones que me tomé me han hecho estragos”, entonces me levanto grosero, malhumorado, triste, desganado.

Estas son las “iras mortales” de las que me habla la gente: Es un destiempla espiritual e interno de la persona. Tiene como fuente la insatisfacción, la vaciedad de valores, la acumulación de situaciones ya “pasadas, pero que dejan enojo, dejan disgusto, dejan insatisfacción no superadas y acumuladas. Tienen como fuente, dicho destiemple, las obscuridades que dominan nuestro interior. (O)

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